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martes, 15 de marzo de 2011

El sostén del discurso, dibujos y pinturas de Luis Davio.

Sostener la memoria y la identidad

(…) Aspiro a que esta obra sea un aporte al rescate y al sostén de la memoria, a la reconstrucción de partes de nuestra realidad que continuamente se omiten.
En definitiva, ayudar a mirar lo que somos, a resaltar lo ausente, sin ocultamientos y sin olvido.
Luis Davio, en la fundamentación de la serie “El sostén del discurso”

A punto de cumplirse 35 años del sangriento golpe militar que marcó a fuego a nuestro país, Luis Davio nos presenta su serie “El sostén del discurso”. Llega a la galería del Centro Cultural Marcó del Pont una obra que, por sobre todas las cosas, nos señala el camino de la memoria.

- ¿Desde cuándo dibujás?
- Desde siempre. Era muy chiquito y dibujaba con lo que tenía a mano. En la escuela primaria yo no era el que mejor dibujaba. El que mejor dibujaba era un compañero mío de apellido Brua. Nunca me voy a olvidar…Él tenía los lápices que yo no podía tener. No sé cómo los conseguía…Yo tenía tres o cuatro lápices de colores, nada más. El resto los perdía. ¡Y yo siempre miraba su cartuchera con envidia! Con esos lápices, Brua conseguía colores que yo ni siquiera podía soñar. Y encima, dibujaba muy bien. Tanto es así que cuando había que hacer algo en el pizarrón lo llamaban a él. A mí nunca me llamaban… entonces yo le tenía bronca…

Con razón te acordás hasta del apellido…
- (Risas) Obvio, de eso no me olvido. Además, nosotros dibujábamos porque nos gustaba, no porque una maestra de plástica te lo diera como tarea. Las maestras de grado nos daban un ratito para dibujar al finalizar una clase. Ese era mi momento de alegría: garabateaba con lo que tenía. Incluso a mis juguetes. Los desarmaba, los armaba y los pintaba. Con latas o con madera, incluso con trozos de juguetes viejos, armaba nuevos juguetes. Y después los pintaba. Mi casa estaba llena de tarros de pintura porque estábamos continuamente en construcción. Entonces, con algunos pinceles viejos y con la pintura que encontraba yo armaba nuevos juguetes.

- ¿Cuándo te diste cuenta que el dibujo y la pintura iban a ser parte de tu vida?
- Mis viejos me mandaron a un colegio industrial. Sufrí mucho con dibujo técnico. El profesor que tenía destrozaba mis láminas. Las rompía, literalmente hablando. Y si no las podía romper, las cruzaba con una birome roja. Era un verdadero calvario. Entonces comprendí lo importante que era para mí dibujar. Pero era evidente que lo que me estaban enseñando en el colegio no era lo que yo buscaba. Yo quería que mis dibujos no fueran destrozados. Y en dibujo técnico la cosa es así: lo que no es preciso, no sirve. Y como lo que hacía no era preciso, entonces no servía para el industrial.

- ¿Utilizás alguna técnica en particular para trabajar?
No tengo una técnica en particular, ni una materia prima preferida para trabajar. He hecho obra con los materiales más insólitos…hasta con alquitrán. Trabajo con lo que en ese momento considero que me sirve. No con lo que haya a mano, sino con lo que me sirve. A mí me gusta tener muchas cosas para trabajar. Entonces, elijo. Y lo que elijo en ese momento, lo utilizo.

- ¿Por qué decidiste que “El sostén del discurso” fuera hecho en papel?
Lo que pasa es que esta serie la comencé cuando era estudiante. Eran pequeños dibujos que hacía y escondía. Eso fue en los ‘70. Yo hacía esos dibujos y los ocultaba porque era peligroso que te parara la policía con algo así en el bolsillo... Por más que el dibujo era rudimentario, podía ser interpretado como una cosa peligrosa. Entonces, lo hacía en tamaño chico, en pedacitos de papel que después escondía. Lamentablemente, muchos de esos trabajos (como le dije a Jorge Mensi, el curador de la muestra) los perdí con el transcurso de los años. Porque es papel, es una cosa muy frágil: se rompe, se arruga, los perdí en mudanzas…lo que no significa que se hayan perdido las ideas de esos papeles. Porque la imagen de ellos me quedó en la memoria. Por esto es que esta serie no tiene un orden cronológico: hay una imagen que pudo haber sido hecha en los ’80, en los ‘90 o en el 2000. Pero en realidad, esa imagen está creada a partir de un dibujo de la década del ‘70.

"Son trabajos brutos porque nacen de la brutalidad. Han sido brutales en su idea."


- ¿Qué te pasaba en el cuerpo por aquellos días para hacer estos dibujos? ¿Cómo vivías la situación del país?
- Yo viví muy angustiado toda esa época. No sólo durante la dictadura del ‘76 sino también toda la etapa del ‘66 en adelante…Siempre viví sobre el filo de tener cosas que esconder. Porque en la época de la Revolución Argentina tampoco se podía andar con muchos libros raros en la mano. Había que tratar de taparlos y disimularlos… Y si uno comentaba que tenía determinado material, había que tener en cuenta a quién se lo comentaba... No se lo podías decir a cualquiera. A veces no tanto por sospechar de la persona que tenías enfrente, sino porque estabas lleno de miedo. Entonces empezaba a jugar tu paranoia... Yo siempre viví en la provincia. Tenía dos horas de viaje en colectivo. Y siempre el colectivo era detenido: teníamos que bajar, abrir nuestros bolsos, mostrar lo que llevábamos…entonces por eso nunca llevé las imágenes a la pintura. Quedaron ahí, siempre como una cosa a concretar. Me propuse, después de que terminó el proceso, concretarlas. Pero concretarlas de una forma tal que tuvieran conexión con lo que eran al comienzo. Me di cuenta de que estos trabajos no podía llevarlos a la pintura. Los tenía que presentar como dibujos porque habían nacido como dibujos.

- ¿Y al rehacerlos reviviste la angustia de aquellos años?
- Sí, totalmente. Yo sabía que estaba dibujando algo que en su momento respondió a determinado estado anímico y lo evoqué nuevamente. Están hechos con el cuerpo y con la cabeza. No son trabajos en los cuales me haya puesto como norma hacer algo delicado y académico. Precisos. No. Son trabajos brutos porque nacen de la brutalidad. Han sido brutales en su idea. Entonces, en la ejecución son brutos. Son desproporcionados.

- ¿Por eso tuviste que hacerlos de un tamaño tan grande?
Me daba cuenta de que no podía comprimirlos, hacerlos en una hoja de tamaño chico. Porque inclusive en su etapa inicial, cuando eran pequeños bocetos, ya la imagen era grande. Estos trabajos estaban hechos en papel chico pero siempre fueron ideas en grande. No los podía comprimir. Cuando me decidí a concretar el proyecto de hacerlos, sólo los podía hacer en grande. Ellos nacen producto de que tiro el papel en el piso, y ahí voy ubicando una imagen. Y utilizo tanto papel como la imagen lo pida. Fijate que también son desparejos entre ellos. No son todos del mismo tamaño: tienen distorsión.

- ¿Qué reacción esperás en el espectador?
No busco una reacción determinada. Busco simplemente que el espectador se detenga, piense un poco, y razone e intente comprender que no se puede vivir negando cosas. Las cosas están ahí y uno las tiene a la vuelta del libro, de la página, incluso a la vuelta de la esquina. Muchos personajes oscuros de los que hablo en mis trabajos siguen existiendo. Porque todavía viven y han sido determinantes en aquellos años. Lo peor es que tratan de pasar desapercibidos... Y la vida que llevamos, la actual, la forma en que nos relacionamos con la televisión o los diarios hacen que cada uno pierda relación con ese pedazo de historia. Cada uno se va desconectando más y entonces piensa: “antes estábamos mejor”. Saca esas conclusiones. Y no es así. ¡Estábamos mucho peor! Y ese tipo de pensamientos aparece porque uno niega ciertas cosas cuando ve que no funcionan. Pero hay que ver que no funcionan porque hay un proceso anterior que ha impedido que esas cosas funcionaran bien.

- ¿Este tipo de procesos tiene que ver con la falta de memoria y con la falta de identidad?
- Totalmente. Uno pierde los lazos con lo que estuvo conectado o por lo que uno pasó casi sin darse cuenta…Uno va perdiendo un poco su propia identidad como sujeto, como persona. Y creo que en una disciplina del arte como es la plástica, esto es algo que no se puede obviar. No se puede olvidar. No se puede vivir sin memoria. Quizás en otra actividad un sujeto puede vivir desmemoriado pero en el arte esto es una cosa imposible. Yo no intento hacer un tratado sobre la memoria porque no soy ni un científico ni un estudioso del tema. Simplemente soy un sujeto que transitó un determinado momento de la historia común de nuestra sociedad y utilizo esto para hacer notar ese tránsito. Mi objetivo es que las personas opinen, no importa si a favor o en contra; y que tengan presente que estas cosas que muestro en mis dibujos ocurrieron realmente en nuestro país.

Julieta Gervasoni para CCMP Contenidos

"El sostén del discurso" | Dibujos y pinturas de Luis Davio
Del 19 de Marzo al 13 de Abril | Lunes a Domingos de 12 a 20 hs.
Inaugura: Sábado 19 de Marzo - 18 hs.