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martes, 4 de junio de 2013

Entrevista a Juan Carlos Fontana, director de “El Retrato del Pibe”.


“El Retrato del Pibe”, un sainete bien criollo



Juan Carlos Fontana es el director de “El Retrato del Pibe”, un sainete del siglo pasado que cuenta la historia de amor (¿o desamor?) de un cafishio, una ex prostituta y un hijo que ya no está.




- ¿Cómo definirías la trama de "El Retrato del Pibe"?

- La obra de José González Castillo, padre del conocido compositor Cátulo Castillo (autor de “Tinta roja”, “Caserón de tejas” y “El último café”) es un sainete, que pertenece al llamado “género chico”, de influencia española como la zarzuela. Esto equivale a decir que es un género de historias populares, dirigidas a un gran público. Por eso sus personajes son típicos de principios del siglo XX (algunos dicen que esta obra se estrenó en 1906; mientras que la historiadora Beatriz Seibel la ubica en 1908, por la Compañía de Florencio Parravicini). Sus protagonistas son un hombre y una mujer que viven en el barrio del Mondongo, ubicado por aquellos años en las afueras de La Plata. Se lo llamaba así porque era una zona de frigoríficos y a los que allí trabajaban, en parte se les pagaba con mondongo. El personaje masculino, Garabito, es un cafishio, un rufián; y la Juana es una laburante que podría trabajar como sirvienta. En la historia se presume que fue prostituta. Con el Garabito tuvieron un pibe, que a los cinco o seis años se murió. Cansada de vivir en un “humilde bulín” (una pobre habitación de pensión) y de que su hombre le saque hasta el último “cobre”, la Juana decide “piantarse”. Pero cuando está por partir llega Garabito y descubre que entre sus pocas cosas, la Juana se lleva el retrato del pibe. Él se lo reclama y en medio de la discusión ambos se dan cuenta que el cariño que le tenían al pibe hace que se reconcilien y vuelvan a seguir juntos. 



- ¿Por qué esta historia no ha perdido su vigencia?

- “El Retrato del Pibe” es una pieza breve, de una duración de cuarenta minutos. A este diálogo tragicómico en verso (que se denomina entremés orillero), por aquella época se los representaba al final o entre una obra de teatro y otra. Lo que en ella se decía tenía un efecto provocador, cómico y de intenso efecto en el espectador. Hoy la pieza puede leerse incluso como una problemática de género, porque la violencia por parte del Garabito hacia la Juana (en nuestra puesta ella le devuelve su maltrato) está clara: él explota a esa mujer, la vive y no trabaja. A su vez, el pibe bien puede haber muerto en circunstancias poco claras, de allí su potente vigencia a casi un siglo de haber sido escrita.



- ¿Cómo fue adaptar esta obra a dos personajes masculinos cuando  la versión original es con un hombre y una mujer?

- Cuando a comienzos de este año y con pocos meses para preparar la pieza la actriz con la que veníamos ensayando por cuestiones de trabajo no pudo continuar, tuvimos que apelar a una solución rápida. Encontrar a otra actriz que dispusiera de la técnica actoral y coreográfica que se necesitaba no era fácil. En una reunión con los actores, pensamos que sin traicionar la obra (ni tampoco el abordaje de intentar recuperar un género como el sainete, el grotesco y  la parodia) se podía elaborar una versión en la que dos compadritos, en ausencia de la mina que los abandonó, representarán la historia de  Juana y Garabito. 



- ¿Cómo es poner en escena una obra de principios del siglo XX?

- Cuando surgió la posibilidad de crear una propuesta teatral para un Centro Cultural barrial, pensé que tenía que elegir una obra no demasiado extensa, que tuviera que ver con los orígenes de nuestra propia identidad, de nuestra idiosincrasia cultural ligada a la inmigración, a lo que fue el Buenos Aires de principios del Siglo XX. Eso incluía el tango, la inmigración, la figura del compadrito, del arrabal, de los cuchilleros de los que hablaba Borges y de la infamia. Al elegir esta pieza tuve en cuenta el concepto de un teatro popular, de temática breve y clara para el espectador. Que pudiera representarse casi sin escenografía. Este espectáculo sólo necesita algunos escasos elementos y puede representarse en cualquier espacio, que bien podría ser un escenario, un patio o una calle. A la vez me apoyé únicamente en la invalorable capacidad de los actores para decir y actuar esos textos nada fáciles de transmitir. Porque además de ser en verso, tienen que lograr despertar ternura y humor en el espectador. Confío en que se pueda disfrutar este texto desde esos dos aspectos.



- ¿Cuánta incidencia tiene la música en "El Retrato del Pibe"?
- José González Castillo también escribió el tango “El retrato del pibe”, cuya letra los actores mencionan al inicio de la obra. La pieza recién comienza cuando habla el personaje de la Juana, pero previamente decidí que los dos actores digan ese texto descriptivo a manera de prólogo para ubicar al espectador en el lugar en el que se encuentran los personajes. Aunque en la obra se escuchen muy breves acordes de cuatro tangos y milongas emblemáticas como “La puñalada”, “La comparsita”, “Desde el alma” y “La Yumba”, lo que se rescata es el clima de tango y milonga que atraviesa la historia.



- El sainete es, en la actualidad, un género poco frecuentado en el teatro argentino ¿cuáles fueron los motivos que lo llevaron a dirigir este espectáculo?

- El interés de probar, de investigar en los orígenes de un teatro popular que permita una llegada directa al espectador.  En este caso, aunque hemos hecho drama y otras piezas  de carácter más psicológico, el desafío fue abordar un relato trágico, de dos personajes que carecen absolutamente de todo y solo se tienen a ellos mismos.  A través de una vertiente en la que el humor permita hacer reflexionar al espectador sobre la historia y lo que le sucede a ese hombre y esa mujer en un contexto determinado que aún hoy tiene una extrema actualidad.  



- ¿Qué nos puede decir de los actores que representan la obra?

- Poner en escena esta pieza, a través de una estética en la que el teatro físico es lo esencial y el movimiento (prácticamente) coreográfico, paródico y clownesco me lleva a rescatar un género poco frecuentado. Este tipo de resultado sólo me fue posible porque cuento con dos actores de una gran formación académica, que me permiten construir un ritual lúdico; y porque disponen de un caudal interpretativo y de técnicas de movimiento muy afinadas.



- ¿Cuál es la sensación que anhela que se lleve el espectador?

- Creo que el anhelo de todo director y de los actores es poder establecer una amplia comunicación con el espectador. Lograr que la historia y la actuación lo atrapen de tal manera que se mantenga expectante frente a lo que se le está contando y no haga zapping, de aburrido. Ojalá podamos lograrlo.

Julieta Gervasoni para Marcó del Pont Contenidos
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