“El Retrato del Pibe”, un sainete bien criollo
Juan Carlos Fontana es el director de “El Retrato del Pibe”,
un sainete del siglo pasado que cuenta la historia de amor (¿o desamor?) de un
cafishio, una ex prostituta y un hijo que ya no está.
- ¿Cómo definirías la trama de "El Retrato del
Pibe"?
- La obra de José González Castillo, padre del conocido
compositor Cátulo Castillo (autor de “Tinta roja”, “Caserón de tejas” y “El
último café”) es un sainete, que pertenece al llamado “género chico”, de
influencia española como la zarzuela. Esto equivale a decir que es un género de
historias populares, dirigidas a un gran público. Por eso sus personajes son
típicos de principios del siglo XX (algunos dicen que esta obra se estrenó en
1906; mientras que la historiadora Beatriz Seibel la ubica en 1908, por la Compañía de Florencio
Parravicini). Sus protagonistas son un hombre y una mujer que viven en el
barrio del Mondongo, ubicado por aquellos años en las afueras de La
Plata. Se lo llamaba así porque era una
zona de frigoríficos y a los que allí trabajaban, en parte se les pagaba con
mondongo. El personaje masculino, Garabito, es un cafishio, un rufián; y la Juana es una laburante que
podría trabajar como sirvienta. En la historia se presume que fue prostituta.
Con el Garabito tuvieron un pibe, que a los cinco o seis años se murió. Cansada
de vivir en un “humilde bulín” (una pobre habitación de pensión) y de que su
hombre le saque hasta el último “cobre”, la Juana decide “piantarse”. Pero cuando está por
partir llega Garabito y descubre que entre sus pocas cosas, la Juana se lleva el retrato
del pibe. Él se lo reclama y en medio de la discusión ambos se dan cuenta que
el cariño que le tenían al pibe hace que se reconcilien y vuelvan a seguir
juntos.
- ¿Por qué esta historia no ha perdido su vigencia?
- “El Retrato del Pibe” es una pieza breve, de una duración
de cuarenta minutos. A este diálogo tragicómico en verso (que se denomina
entremés orillero), por aquella época se los representaba al final o entre una
obra de teatro y otra. Lo que en ella se decía tenía un efecto provocador,
cómico y de intenso efecto en el espectador. Hoy la pieza puede leerse incluso
como una problemática de género, porque la violencia por parte del Garabito
hacia la Juana
(en nuestra puesta ella le devuelve su maltrato) está clara: él explota a esa
mujer, la vive y no trabaja. A su vez, el pibe bien puede haber muerto en
circunstancias poco claras, de allí su potente vigencia a casi un siglo de
haber sido escrita.
- ¿Cómo fue adaptar esta obra a dos personajes masculinos
cuando la versión original es con un
hombre y una mujer?
- Cuando a comienzos de este año y con pocos meses para
preparar la pieza la actriz con la que veníamos ensayando por cuestiones de
trabajo no pudo continuar, tuvimos que apelar a una solución rápida. Encontrar
a otra actriz que dispusiera de la técnica actoral y coreográfica que se
necesitaba no era fácil. En una reunión con los actores, pensamos que sin
traicionar la obra (ni tampoco el abordaje de intentar recuperar un género como
el sainete, el grotesco y la parodia) se
podía elaborar una versión en la que dos compadritos, en ausencia de la mina
que los abandonó, representarán la historia de
Juana y Garabito.
- ¿Cómo es poner en escena una obra de principios del siglo
XX?
- Cuando surgió la posibilidad de crear una propuesta
teatral para un Centro Cultural barrial, pensé que tenía que elegir una obra no
demasiado extensa, que tuviera que ver con los orígenes de nuestra propia
identidad, de nuestra idiosincrasia cultural ligada a la inmigración, a lo que
fue el Buenos Aires de principios del Siglo XX. Eso incluía el tango, la
inmigración, la figura del compadrito, del arrabal, de los cuchilleros de los
que hablaba Borges y de la infamia. Al elegir esta pieza tuve en cuenta el
concepto de un teatro popular, de temática breve y clara para el espectador.
Que pudiera representarse casi sin escenografía. Este espectáculo sólo necesita
algunos escasos elementos y puede representarse en cualquier espacio, que bien
podría ser un escenario, un patio o una calle. A la vez me apoyé únicamente en
la invalorable capacidad de los actores para decir y actuar esos textos nada
fáciles de transmitir. Porque además de ser en verso, tienen que lograr
despertar ternura y humor en el espectador. Confío en que se pueda disfrutar
este texto desde esos dos aspectos.
- ¿Cuánta incidencia tiene la música en "El Retrato del
Pibe"?
- José González Castillo también escribió el tango “El
retrato del pibe”, cuya letra los actores mencionan al inicio de la obra. La
pieza recién comienza cuando habla el personaje de la Juana, pero previamente
decidí que los dos actores digan ese texto descriptivo a manera de prólogo para
ubicar al espectador en el lugar en el que se encuentran los personajes. Aunque
en la obra se escuchen muy breves acordes de cuatro tangos y milongas emblemáticas
como “La puñalada”, “La comparsita”, “Desde el alma” y “La Yumba”, lo que se rescata es
el clima de tango y milonga que atraviesa la historia.
- El sainete es, en
la actualidad, un género poco frecuentado en el teatro argentino ¿cuáles fueron
los motivos que lo llevaron a dirigir este espectáculo?
- El interés de probar, de investigar en los orígenes de un
teatro popular que permita una llegada directa al espectador. En este caso, aunque hemos hecho drama y
otras piezas de carácter más
psicológico, el desafío fue abordar un relato trágico, de dos personajes que
carecen absolutamente de todo y solo se tienen a ellos mismos. A través de una vertiente en la que el humor
permita hacer reflexionar al espectador sobre la historia y lo que le sucede a
ese hombre y esa mujer en un contexto determinado que aún hoy tiene una extrema
actualidad.
- ¿Qué nos puede decir de los actores que representan la
obra?
- Poner en escena esta pieza, a través de una estética en la
que el teatro físico es lo esencial y el movimiento (prácticamente)
coreográfico, paródico y clownesco me lleva a rescatar un género poco frecuentado.
Este tipo de resultado sólo me fue posible porque cuento con dos actores de una
gran formación académica, que me permiten construir un ritual lúdico; y porque
disponen de un caudal interpretativo y de técnicas de movimiento muy afinadas.
- ¿Cuál es la sensación que anhela que se lleve el
espectador?
- Creo que el anhelo de todo director y de los actores es
poder establecer una amplia comunicación con el espectador. Lograr que la
historia y la actuación lo atrapen de tal manera que se mantenga expectante
frente a lo que se le está contando y no haga zapping, de aburrido. Ojalá
podamos lograrlo.
Julieta Gervasoni para Marcó del Pont Contenidos
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