Carlos Taverna es el responsable de “Acontecer Rock”, un ciclo que llega al Centro Cultural Marcó del Pont con el fin de acercar al público las nuevas bandas emergentes del género.
¿Qué es “Acontecer Rock”?
El objetivo de este ciclo es ver qué pasa, qué hay de nuevo en el ámbito de la música. Siempre partimos de la idea de buscar y de dar oportunidades a gente que no tiene muchas ocasiones de mostrar lo que hace. Porque hoy por hoy cuesta mucho encontrar lugares para tocar, para expresarse. No sólo para los músicos, sino para los artistas en general. Yo considero que los espacios públicos son de la gente, más allá de quien eventualmente los administre. Todos estos lugres deberían estar al servicio de las expresiones de la cultura. Porque en definitiva lo que el pueblo hace es cultura. Y el pueblo se realiza por la cultura.
¿Por qué elegiste trabajar con el género rock, específicamente?
Porque yo estoy muy relacionado con los músicos de rock. Trabajé con varias bandas, produje algunos discos… Por mi propia historia estoy más cerca del rock que de cualquier otro género. Y yo trabajo siempre con una perspectiva que no es la de generar negocios, sino la de lograr desarrollar un proyecto serio. Es fundamental entonces tratar con músicos en serio y no con un grupo de amigos aventureros sin mucho contenido. Yo vengo de toda esa generación que es la del auge del rock nacional. Yo soy de esa época. Y si bien los tiempos cambiaron, uno encuentra ahora esta limitación que significa depender del negocio. Existe una actitud “vampiresca” por parte de los sellos discográficos que se basa en tratar de vivir del músico. En lugar de ofrecer, en última instancia, un reparto de beneficios. Para que las ganancias importantes no apunten sólo a una dirección. Deberían existir mecanismos que brindaran a músicos del under la posibilidad de salir a la luz y alcanzar un reconocimiento masivo.
[Chinelas Persas, rock]
¿Y qué es lo que tiene que suceder para que una banda pase del under a un reconocimiento más masivo?
La verdad es que en ese sentido no existen fórmulas. Y en la medida de que las multinacionales de la música se sigan manejando pura y exclusivamente con el fin de lograr un mejor negocio ese paso es cada vez más difícil. Encontrar un hueco por dónde entrar es muy complicado. Incluso los grandes artistas tienen problemas con este manejo. Si no rinden como se espera no se les renueva el contrato. El error es que las cosas no se miden en función del talento, de la propuesta o del trabajo. Es muy difícil: hay una cantidad enorme de bandas, hay muchísima gente tocando y la oferta es muy grande. Es la economía de las leyes del mercado: a mucha oferta, poca demanda. Además no tenemos un mercado dispuesto, como en otras épocas, a apostar por algo nuevo sin estar seguros si va a funcionar o no.
¿Antes era más fácil?
Lo que sucede es que antes había empresarios pioneros que escuchaban a Los Gatos, a Manal o a Almendra y comprendían que eran buenos y que tenían que grabar. Y entonces las disqueras entendieron el negocio. Vieron la veta: no había tantas bandas, no había tanta oferta y entonces se podía tener más margen para desarrollarte, más presencia.
¿Cómo ves la actualidad del rock?
Yo creo que el rock ha entrado en un camino en el que ha perdido muchas cosas. Específicamente, sus orígenes. Yo creo que el movimiento generacional que fue el rock en el mundo involucraba ciertos ideales, ciertos principios, ciertos enemigos claros. En nuestro país, por ejemplo, el enemigo era la represión. En aquellos años estábamos viviendo una dictadura más. Entonces el rock era la libertad, la posibilidad de salir y decir lo que realmente se sentía. Actualmente, el rock se ha transformado en una especie de gran industria y lo que yo veo es que hay una gran competencia. Aquellos ideales han pasado a un segundo o tercer plano. Por eso yo trato de recuperar un poco aquello, aquella mística: tener un proyecto y encaminarlo, más allá de los resultados. Por ahí te puede funcionar o no. Pero lo importante es tener la idea de hacer y de transformar las cosas. No resignarte.
¿Ese es el objetivo del ciclo?
Entre otras cosas. La idea es dar esta posibilidad a gente que uno entiende que tienen mucho talento. Yo aporto mi conocimiento y buscamos proponerles un lugar para que se puedan expresar, que puedan mostrar lo que hacen. La idea es que puedan desarrollarse liberados de tanta presión económica.
Que puedan enfocarse más en lo que es la música…
Exactamente. Y olvidarse de todo lo de alrededor. La idea es trabajar para que ellos puedan estar tranquilos. Yo me propongo acercar esa cultura al público. Porque hay una cosa que me parece importante destacar que es que si vos a la gente le entregás un buen producto, ese público te responde. Es un ida y vuelta. Entonces, proponer esa dinámica es fundamental: al artista le sirve y también le sirve a la gente porque encuentra cosas nuevas y le abre un poco la cabeza.
En el imaginario hay una idea que es que los músicos son muy desprolijos para trabajar ¿esto es así realmente?
Ese estigma existe. Por eso yo trabajo con gente que conozco y respeto. Pero por supuesto que existen bandas que son difíciles de manejar. Porque el rock también genera esto de que cuanto más despelote hay, más rock es. Pero esto no es tan cierto. Yo creo que los más grandes del rocanrol, al cabo de los años, se han puesto un poco las pilas. Digamos que la furia y el desenfreno tienen un período… pero eso no se sostiene en el tiempo. La realidad es que cuando una banda es poco seria y es desprolija, no los llaman de ningún lado.
¿Cuánto hace que hacés este trabajo y qué es lo que más te gusta de él?
Siempre me dediqué a la música: o tocando, o produciendo o representando. Hace más o menos 8 años que estoy dedicado a la producción y a ser manager. Y lo que más me gusta es justamente eso: la tarea de organizar, de preparar una fecha, de hablar con los músicos. Para mí la satisfacción mayor es cerrar una fecha y que salga bien: que los músicos estén contentos, que los organizadores estén contentos. Y no es una cuestión de egocentrismo u orgullo, sino de abrir puertas.
¿Por qué elegiste el nombre “Acontecer Rock” para este ciclo?
Yo siempre trato de buscar algo interesante en lo nuevo, en lo que no es tan conocido. Y pienso que en estas bandas que convocamos están pasando cosas atractivas. Son mecanismos que están pasando ahora, que están “aconteciendo”. Son músicos que están tratando de mostrar cierto espíritu más rebelde. Quieren ser auténticos y no trabajar en función de lo que dictan las normas instaladas. Vivimos en un mundo en el que hacemos lo que nos dicen que tenemos que hacer. No es el proyecto de uno sino que es el proyecto de los que mandan. Es la verdad instalada desde el poder, desde los distintos estamentos del poder: lo que hay que leer, lo que hay que decir, lo que hay que hablar, lo que hay que pensar. Una vez le preguntaron a Eduardo Galeano para qué servían las utopías. Porque una utopía es, en definitiva, algo inalcanzable hacia lo que uno va. Y Galeano respondía que servían justamente para eso: para caminar. No sabemos si vamos a llegar pero por lo menos la utopía te hace caminar. Si no existieran, estaríamos siempre varados en un pantano de mediocridad. Y esto es lo que yo aspiro con “Acontecer Rock”: llevar una propuesta, encaminarla, mostrarla, y hasta modificarla si es necesario. Pero caminar en pos de alcanzarla.
Julieta Gervasoni, para Marcó del Pont Contenidos.